El puerto de Concepción del Uruguay tiene potencial para ser motor regional. Pero la falta de políticas claras y la apertura desmedida a las importaciones lo ponen en riesgo. ¿Lo sabemos valorar?

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Concepción del Uruguay cuenta con uno de los puertos más estratégicos de nuestra provincia: una infraestructura clave para las economías regionales, la producción agroindustrial y el movimiento de cargas hidrovía arriba. Si Einstein dijo que “en medio de la crisis está la oportunidad”, hoy ese puerto es mucho más que oportunidad: es la gran carta de desarrollo pendiente.

Sin embargo, el escenario nacional y provincial repite errores de siempre: megalomanía retórica con escasa consistencia real.

A nivel nacional, el Gobierno —con apoyo expreso de Rogelio Frigerio— está apostando por la apertura indiscriminada de importaciones, creyendo que la industria puede reemplazarse solo con discurso liberador.

Pero no es la primera vez que lo vemos. En los años noventa, esas lógicas llevaron a la desindustrialización masiva, con fábricas cerradas y pueblos enteros despedidos.

Hoy, esa apertura vuelve a repetirse. PyMEs locales —textil, metalmecánica, madera— ya sienten que no compiten con cero aranceles.

El remedio liberal (abaratar todo a costo de la producción nacional) quizás funciona… para llenar un carrito de supermercado, pero no para estructurar un proyecto de vida colectivo.

Frigerio, con su mirada desarrollista, está debilitando aquella idea histórica de complementar campo e industria.

Concepción del Uruguay no merece ser un puerto vacío, ni una plataforma de tránsito. Merece ser un nodo de industrialización complementaria, donde lo que entra no debilite lo que produce la región.

Para eso, necesitamos:

  1. Una política provincial activa: retenciones móviles para proteger sectores sensibles, incentivos a la maquinaria nacional, financiamiento estratégico para la agroindustria.
  2. Una visión local en la mesa portuaria y productiva: empresarios, sindicalistas, municipio y provincia deben fijar un plan 2026–2030.
  3. Iniciativa desde el Concejo: proyectos para reforzar infraestructura, favorecer proveedores locales y reducir costos logísticos al interior.

Mientras siga vigente la apertura a todo lo extranjero sin criterio, venderemos soja a precio dólar y compraremos tornillos a precio dólar.

La pregunta que nos hacemos es simple: ¿Queremos un puerto que exporte crecimiento real, o uno que importe el fracaso ajeno?

Es hora de decidir si el puerto será un motor, o un espejismo que brilla… solo para quien quiere llenar bolsillos, no vidas.

Fuente: El Observador Oriental.