Sabido es, especialmente en el contexto económico y político que atraviesa nuestro país, que los medios de comunicación hegemónicos son sólo la punta del iceberg que esconde todo el andamiaje del poder real.

Históricamente el poder real no ha estado en manos de quienes gobiernan, aunque así pretendan que se vea. Salvo excepciones, como el gobierno que manejó los destinos de Argentina desde 2015 hasta diciembre de 2019, tiempos en los que uno de sus integrantes llegó a la rosada para defender los intereses del poder concentrado (en este caso a través del voto, lo que no es un detalle menor).

Lo dicho queda en evidencia al momento en que las decisiones políticas no favorecen a los poderosos: éstos eligen desenfundar sus métodos coercitivos con el objetivo de doblegar a quienes ponen en funcionamiento las herramientas que la democracia imperfecta argentina les ha otorgado. Muchas veces, los grupos de poder, emplean la divulgación coercitiva como arma predilecta. Nada nuevo, ya que no solo sucede en el presente, ha sido una constante desde el principio.

En Concepción del Uruguay -por si hiciera falta algún ejemplo- el otrora reconocido y prestigioso diario La Calle (o su propietario, que protegía a «La Elite» por pertenecer a ella), decidió desatar un feroz ataque contra quien fuera intendente de “La Histórica”, Luis Bermúdez (1995-1999). Es que el ex intendente no habría querido acceder a las demandas del matutino: “O hacés lo que te estamos pidiendo, o serás tapa de cada edición del diario hasta que te des cuenta de quiénes son los que mandan.«

Por entonces, R. Sáenz Valiente, propietario del multimedio, poca importancia le dio a la institucionalidad de la ciudad en la que vivía. Poco le importó Concepción del Uruguay y su gente, simplemente por haber sentido amenazado el poder, conformado también por personas con mucha estatura política local, provincial y nacional -incluidos políticos en ejercicio, claro está-, inició la tarea de «aniquilación» contra el mandatario uruguayense empleando una batería de calumnias e injurias, mezclándolas con un porcentaje de realidad. Muy parecido a lo que hoy en día sucede (y ha sucedido) en las más altas esferas de Argentina. Podemos mencionar una famosa frase del CEO más importante de los medios de comunicación argentino: “Nadie resiste tres tapas de Clarín en contra. Nadie.”

Una, dos, tres, diez tapas; sumada a la constante exposición y manipulación desde el canal de cable local, comenzaron a construir un imaginario colectivo capaz de aniquilar el prestigio terco de quien pretendió “parársele de manos” y ponerles un freno. En los pasillos del reconocido periódico, hoy tambaleante, se cocinaba la respuesta para dar la “estocada final”.

Si el ex intendente accedía a las condiciones exigidas por el grupo de poder, la victoria estaba garantizada (en su lógica, automáticamente, el mecanismo coercitivo se reiniciaría, claro); pero si Bermúdez no aceptaba, a la distancia, -siempre dependiendo del cristal con que se mirara-, podría rescatar algo de su imagen para sobrevivir.

Fiel a su estilo, el por entonces mandatario comunal, se decidió por la segunda opción: no torcer el brazo, aún sabiendo que sería presa de una persecución política y comunicacional despiadada. Es importante hacer una salvedad: Bermúdez supo construir una estructura política pocas veces vista en Concepción del Uruguay. Su agrupación verde, por entonces, multitudinaria y organizada, podría socavar los cimientos de quienes comandaban la dirigencia peronista concepcionera pero, sobre todo, sin responder a ningún “caudillo” o grupo de poder, por más que así se mostrara. Él lo sabía, ellos también.

La coerción ejercida por la cúpula del diario fue de tal magnitud que, desde antes de iniciar, ya se notaba el principio del fin. Era posible percibir la mutación que sufriría la imagen del dirigente, dueño de mayores fortalezas que debilidades. El plan del multimedio fue efectivo, transformó a un político con futuro promisorio en un intendente completamente débil. Le “arrancaron” toda credibilidad y honorabilidad, ubicándolo en la peor posición, esa de la que casi nadie regresa. El sistema extorsivo de divulgación incesante hizo que todo el pueblo comenzara a dudar de la capacidad de su gobernante.

A pesar de ello, en el presente, su figura parece comenzar a renacer, o al menos a ser un tanto más valorada; incluso hasta por quienes en aquel tiempo sólo supieron huir como ratas por tirante. Historia a la que en otra oportunidad nos dedicaremos.

Muchos años más tarde, sucede lo mismo. Con distintos actores, pero idéntico libreto. La cúpula de este diario (y el grupo de poder que la conforma), ya no con el mismo prestigio ni alcance que supiera tener, estaría presionando al actual intendente de “La Histórica” para aumentar la pauta publicitaria a un monto que superaría el de diez medios locales juntos. De más está decir, esa es la excusa.

Es posible inferir que el municipio no cedió ante la presión ejercida por los propietarios del multimedio ya que, días pasados, volvieron a aparecer “periodistas” camuflados detrás de pseudónimos (somos pocos y nos conocemos mucho) haciendo análisis políticos o, mejor dicho, análisis básicos muy forzados (hasta en ocasiones, banales) de acciones o situaciones sociales y políticas que, al parecer, estarían perjudicando sus intereses. Ante ello, no escatimaron párrafos, frases y palabras ofensivas hacia la figura del actual intendente buscando quebrar su decisión, la cual, esperamos, sepa sostener. Está más que claro que, de mantener esta postura, la misma «operación mediática» se hará cada vez más frecuente: una tapa, dos tapas, tres tapas; pero ya sin «la tirada» diaria de años anteriores. Solo haría falta levantar el velo y mostrar las caras de los personajes que «tiran de los hilos» buscando lo que bien podría ser entendido como un apriete o extorsión. Tiempo al tiempo. De un lado se encuentra el intendente de la ciudad; del otro, repitiendo la misma historia, unos pocos: empresarios y políticos en ejercicio (algunos de ellos procesados) poniendo en funcionamiento su maquinaria.

¿El poder de los medios? o ¿Los medios del poder?.